Schiaparelli recurre a su propio universo para convertir lo sencillo en excepcional #PFW

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De la langosta de Dalí a la cinta métrica: en primavera verano 2024

Si pestañeas te lo pierdes: Daniel Roseberry transforma lo cotidiano a través de un ‘totum revolutum’ con los códigos surrealistas que definieron el universo de Elsa Schiaparelli

Contaba la modelo Marisa Berenson cómo su abuela, la gran Elsa Schiaparelli, dio con su primer gran éxito a raíz de admirar un suéter de un amigo hecho por unos tejedores armenios. A ellos les encargó hacer aquel celebérrimo jersey, con un lazo en el pecho en trampantojo. Un sutil pero rotundo guiño surrealista que convertía una prenda anodina en una excepcional. A partir de ahí, la creadora italiana fue sumando a su universo toda una retahíla de alusiones surrealistas que le valen a su actual director creativo, Daniel Roseberry, para aplicar esa misma filosofía de la fundadora: piezas cotidianas con un toque que las convierte en algo fuera de serie.

En su primavera verano 2024, este mantra se eleva a la enésima potencia. En términos formales, la casa no se complica con looks demasiado enrevesados. Seguimos viendo su pulcra sastrería, con sus chaquetas estructuradas a partir de los hombros (como la que llevó Shalom Harlow) y sus pantalones fluidos, que se acomodan a lo largo de la pierna para vestir a todas horas. La silueta es cómoda, pero de lo más sensual: las faldas se drapean realzando las caderas, los tops incluyen escotes de vértigo, suaves volantes y estratégicas aperturas. El tejido denim le sirve a Roseberry para seguir hablando de la casa en el s. XXI, con prendas bien cortadas y estilismos desenfadados que subrayan esa intención casual a través de las zapatillas.

A partir de ahí, el norteamericano ha ido incorporando poco a poco a su propio lenguaje tanto elementos de su predecesora como de cosecha propia. De aquellos ojos o aquellos dientes al cuello, Roseberry ha ido temporada tras temporada in crescendo: en 2024 nos encontramos con un totum revolutum de códigos y alusiones históricas que casi precisan de un diccionario propio para no perderse en este despliegue de referencias. Por ejemplo, no hay verano sin tendencia marinera, pero Schiaparelli lo lleva a su terreno con una de las colaboraciones más conocidas de su legado: la langosta de Salvador Dalí. De estampar el vestido de Wallis Simpson pasa a convertirlo en el centro de una falda drapeada blanca, que se combina con una sencilla blusa de puños oversize. Ahí no acaba su universo subacuático. De la langosta salta a los cangrejos y también al cuerpo de los peces (que Elsa Schiaparelli convirtió en botones) y que de cara al año que viene se articulan en forma de bordado de lentejuelas o de bañador/body, emulando las escamas (con logo incluido). En esta colección también juega con la alusión del Skeleton dress, realzando las líneas de las costillas y con vestidos en los que cuelga raspas de pescado talladas.

Es en las distancias cortas donde se aprecia especialmente ese maremágnum. En los trajes de chaqueta es como presenciar una traca final de cohetes. El teléfono bolso que también hizo con Salvador Dalí. El eterno candado, llevado también en escotes y aperturas peep-toe. La cinta métrica, que se enreda sobre bolsillos y se traslada al Schiap, un nuevo bolso de líneas rectas para admirar tanto de lejos como de cerca. Los motivos del lápiz labial, los pendientes, la goma de pelo o el pintaúñas derramado casi representan una escena costumbrista de la noche anterior que cambia el lienzo por la solapa de una americana, como la que ha llevado Irina Shayk en el desfile (¿quizá un pequeño spóiler de la próxima línea de maquillaje de Scahiaparelli?)

De los cosméticos tradicionalmente asociados a la imagen femenina Roseberry también extrae la manicura roja, que Schiaparelli trasladó a unos guantes. Y lo hace para un vestido rojo elaborado íntegramente con uñas postizas en color rojo con el que Kendall Jenner ha cerrado el desfile. Tampoco falta colección en la que el diseñador estadounidense no haga alguna alusión todavía más literal a las prendas del archivo: esta temporada ha incluido una chaqueta con motivos iguales a los que Lesage bordó sobre una de las prendas de la maison en 1940, los mismos que hemos visto sobre Rosalía en primera fila. También un bolero de plumas que la socialité Daisy Fellowes llevó en 1933, y que no han dejado de referenciar en cuentas archivísticas para las que este tipo de desfiles son un auténtico tesoro. El prêt-à-porter de Schiaparelli se concibe así, sencillo, pero excepcional. “Elsa lo hizo primero. Nosotros lo estamos haciendo de nuevo”, ha comentado el modisto.

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