Nicolás Berreteaga: el artista que convirtió la luz en un lenguaje global

por podium

Hay ciudades que marcan a las personas, y hay artistas que convierten esas marcas en un lenguaje propio. Nicolás Berreteaga pertenece definitivamente a la segunda categoría. Creció en Lima, una urbe que respira arquitectura colonial, cielos cambiantes y un mar que nunca se ve igual dos veces. Desde ese escenario –donde los contrastes hablan y la luz tiene ánimo propio– nació la sensibilidad que lo ha llevado a convertirse en uno de los maquilladores latinoamericanos más respetados en la industria internacional. 

“Aprendí a mirar los colores como emociones más que como simples tonos”, recuerda. Y es fácil entender por qué: en su trabajo, la luz nunca es un accidente y el color nunca es solo color. Ambos funcionan como atmósferas, como pulsos internos, como silencios que subrayan un rostro. Quizá por eso su estética, incluso en sus versiones más minimalistas, siempre tiene algo de cinematográfico. 

Del teatro a la moda: el instante en que el maquillaje se convirtió en destino 

Mucho antes de formar parte del circuito global de belleza, Berreteaga encontraba su lugar en los escenarios. Fue en el teatro donde comprendió que el maquillaje era más que técnica: era transformación, relato y emoción. “Ver cómo una luz, una sombra o un color podían alterar por completo la presencia de un personaje fue revelador”, cuenta. Aquella epifanía terminó de definir su camino: no se trataba de embellecer, sino de contar historias desde el rostro. 

Ese impulso –casi performático– lo acompañó mientras estudiaba arte y, más tarde, durante los años en que ingresó al mundo editorial y a la moda profesional. Con una sensibilidad entrenada para reconocer matices y un ojo que parecía adelantarse a la cámara, encontró su lugar natural entre fotógrafos, directores creativos y equipos de diseño. 

Una era Dior: pureza, impacto y movimiento 

Durante trece años, Nicolás fue parte del Dior International Make-Up Team, una plataforma que le permitió desarrollar un estilo muy personal: “pureza, impacto y movimiento”, como él mismo lo define. Aunque hoy ya no forma parte del equipo, la herencia de esa etapa es evidente en su manera de concebir la belleza: limpia, honesta, pero capaz de provocar emociones intensas. 

Ser uno de los dieciocho artistas elegidos para el International Pro Team liderado por Peter Philips fue, además de un honor, una escuela de exigencia y refinamiento. “Fue un ciclo perfecto”, admite. “Lo viví intensamente y hoy me alegra haber pasado página para abrirme a nuevos caminos”. Esa combinación entre gratitud y evolución personal habla de un profesional que no teme reinventarse. 

El vértigo del backstage: elegancia en medio del caos 

Quienes han pisado un backstage durante una semana de la moda o una alfombra roja saben que no hay mayor contradicción: caos y glamour conviviendo en el mismo metro cuadrado. Nicolás lo vivió en París, en los shows de Dior, y también en Cannes, donde la presión se multiplica y cada segundo, cuenta. 

“El backstage es pura presión”, dice sin dramatismos. Sin embargo, es ahí –entre la adrenalina, la concentración absoluta y la elegancia que se filtra entre cables y flashes– donde guarda algunos de sus mejores recuerdos. Maquillar a estrellas del cine y la moda mientras el mundo mira es una responsabilidad que solo unos pocos pueden sostener con calma. 

Miradas que cuentan historias: Adjani, Portman, Marceau 

A lo largo de su carrera, ha trabajado con figuras que no solo representan belleza, sino también carácter. Isabelle Adjani, por ejemplo, le dejó una marca particular: “Su mirada intensa y su sensibilidad artística me exigieron escucharla más allá de las palabras”, confiesa. Con ella, cada gesto se convirtió en un diálogo creativo. 

También recuerda la elegancia atemporal de Natalie Portman y Sophie Marceau, mujeres cuya sola presencia transforma cualquier sesión en una narrativa visual. Al escucharlo hablar de ellas, uno entiende que para Berreteaga el maquillaje no es un producto final, sino una conversación íntima, casi silenciosa. 

Más de 150 páginas publicadas: el maquillaje que cuenta historias 

Nicolás ha firmado más de 150 páginas editoriales en VogueElleHarper’s BazaarL’Officiel y Marie Claire. Entre todas ellas, guarda especial cariño por un proyecto experimental para Vogue Latinoamérica, donde exploró luz y textura desde un ángulo menos convencional. “Quería que el maquillaje no solo vistiera, sino que contara una narrativa visual completa”, explica. Ese enfoque resume bien su sello: técnica precisa al servicio de la emoción. 

Un respiro necesario: el arte también ocurre en las pausas 

Hoy, después de más de una década de ritmo vertiginoso, Nicolás Berreteaga se ha dado permiso para detenerse. Está tomándose un descanso, reconectando consigo mismo y con la esencia de lo que quiere crear. No se trata de una pausa vacía, sino de un momento de silencio fértil, donde la claridad y la pasión pueden volver a tomar forma. 

“A veces los descansos también forman parte del camino creativo”, reflexiona. Y en su caso, parecen ser el punto de partida para un futuro que promete más autenticidad, más propósito y, sin duda, más belleza con alma. 

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