El arte de Laura Cuadros no es complaciente; no busca adornar paredes sin dejar huella, ni encajar en la idea tradicional de lo «bello». Su obra es una confrontación, un espejo que devuelve miradas incómodas, pero necesarias. A través de cada trazo y cada color, la artista peruana construye un universo en el que la estética y la denuncia conviven, donde la vulnerabilidad se transforma en fortaleza y donde la verdad, por más cruda que sea, reclama su espacio.
Pintar para hacer visible lo invisible
«Me interesa atraer al espectador con una imagen hermosa y, una vez que se acerca, hacerle cuestionar algo más profundo», dice Laura sobre la dualidad que define su trabajo. Para ella, la belleza y la confrontación no son opuestos, sino dos caras de la misma moneda. Sus pinturas no solo evocan emociones, sino que despiertan preguntas que muchos prefieren ignorar.
Desde los objetos cotidianos que solemos pasar por alto hasta las realidades más duras de nuestra sociedad, su arte desafía la indiferencia. «La basura en las calles, el cielo que no miramos, los objetos que usamos y desechamos sin pensar en su historia… Trato de darles protagonismo, porque forman parte de una problemática a escala mundial», explica.
Transformar el dolor en expresión
Pero la obra de Laura Cuadros no solo denuncia, también sana. Su historia personal está intrínsecamente ligada a su proceso artístico. Durante años, llevó consigo el peso de una agresión sexual, un dolor que intentó ignorar hasta que ya no pudo hacerlo. «El arte me permitió procesar lo que no podía expresar con palabras. No busco pintar el dolor en sí, sino canalizarlo en algo que trascienda», confiesa.
En esa búsqueda, encontró su voz. Y con ella, la capacidad de acompañar a otras mujeres que aún temen hablar. «El miedo a alzar la voz es real, pero el silencio no protege, solo prolonga el dolor. Si mi arte puede ayudar a que más mujeres se sientan acompañadas y se atrevan a denunciar, entonces vale la pena usarlo como herramienta», afirma con convicción.
El arte como acto de resistencia
Laura entiende que en un país donde la justicia no siempre llega, el arte puede ser una poderosa herramienta de transformación. «No todos están preparados para enfrentar ciertas verdades, y hay quienes prefieren rechazar el mensaje antes que cuestionarse. Pero el desafío más grande es ser honesta conmigo misma, no maquillar el mensaje para hacerlo más fácil de digerir», sostiene.
Una de sus obras más significativas, Primavera en Invierno, aborda precisamente este concepto: florecer a pesar de la adversidad. «Somos más que nuestras heridas y la reconstrucción no es una vuelta al pasado, sino una transformación hacia algo nuevo», explica. Y ese es el corazón de su propuesta: convertir el dolor en fuerza, en acción, en un recordatorio de que la vergüenza no es de quien sufre, sino de quien causa daño.
Pinceladas de resistencia y transformación
Laura Cuadros no pretende cambiar el mundo de la noche a la mañana, pero sí provocar pequeñas revoluciones en cada espectador que se detiene frente a su obra. «Si con mi trabajo logro que alguien cuestione su propia indiferencia, que vea una realidad que antes ignoraba o que encuentre fuerza en su propia historia, entonces estoy contribuyendo a ese cambio», afirma.
En un contexto donde muchas voces siguen siendo silenciadas, su arte se alza como un grito de resistencia y una invitación a mirar de frente lo que incomoda. Porque solo cuando nos atrevemos a ver, empezamos a cambiar.