La reciente aprobación de la ley que regula el uso de teléfonos celulares en las instituciones educativas del país representa mucho más que una medida disciplinaria. Para expertos en educación, se trata de una oportunidad para que familias, docentes y estudiantes reflexionen juntos sobre el lugar que ocupa la tecnología en la vida cotidiana, el aprendizaje y el bienestar.
Al respecto, Jimena Alcázar, especialista en pedagogía del Colegio de la Inmaculada, subraya que la función de la escuela no es transmitir conocimientos, sino formar personas capaces de discernir, de estar presentes, y de actuar con libertad responsable también en entornos digitales.
“Esta ley no solo busca mejorar la concentración en el aula. Nos invita a mirar con más profundidad: ¿cómo están usando nuestros hijos el celular?, ¿qué lugar ocupa en sus vidas?, ¿qué habilidades necesitan para sostener ese uso de manera sana y crítica?”, explica Alcázar.
Entre lo formativo y lo preventivo: dos realidades distintas
Para muchos adolescentes, el celular no es solo una herramienta: es una extensión de su mundo emocional y social. Han aprendido a gestionar el tiempo, las relaciones y hasta el malestar a través de él. Desde su experiencia subjetiva, sienten que lo necesitan y creen que les hace bien.
“Quitarles el celular sin un trabajo previo puede sentirse como una forma de desconexión abrupta. Pero lo que realmente necesitamos es ayudarlos a comprender —con datos, ejemplos y reflexión compartida— cómo su uso impacta en su atención, en sus vínculos, en su descanso, en su forma de sentirse consigo mismos”, sostiene la especialista.
En cambio, en el caso de niños más pequeños, aún no expuestos al uso del celular, el escenario es distinto. Aquí, el acompañamiento adulto puede enfocarse en postergar su incorporación, para que desarrollen primero habilidades emocionales, sociales y cognitivas con otros medios más saludables. “No es negar el futuro digital —aclara Alcázar— sino cuidar el presente de desarrollo que aún no lo necesita”.
- Conversar con los hijos sobre el uso del celular: Más allá de explicar la nueva ley, es importante conversar continuamente con ellos sobre lo que el celular representa en su vida diaria. No se trata de una medida disciplinaria, sino de una oportunidad para ayudarlos a reconocer cómo les afecta lo que ven, lo que no reciben, lo que los abruma o los expone en redes. Es clave que puedan ponerle nombre a esas experiencias y empezar a mirarlas con sentido crítico.
- Establecer normas claras y sostenibles en casa: Acordar horarios y momentos sin celular (como al comer o durante el estudio) refuerza lo que la escuela propone. Pero también permite generar hábitos consistentes que, más que restringir, ayuden a equilibrar el tiempo de conexión con otras formas de estar presente.
- Predicar con el ejemplo: Niños y adolescentes observan y aprenden más de lo que hacemos que de lo que decimos. Si los adultos usamos el celular con criterio y lo dejamos de lado en momentos clave, enviamos un mensaje coherente y formativo.
- Promover espacios libres de pantallas: Fomentar actividades que no dependan del celular —leer, jugar, salir, conversar— no solo reduce la exposición, sino que amplía su repertorio de experiencias y les permite descubrir otras formas de satisfacción, calma y pertenencia.
- Estar atentos a señales de alerta: Cambios de humor, irritabilidad, dificultad para concentrarse o alteraciones del sueño pueden estar relacionados con un uso desbalanceado del celular. Si algo preocupa, no hay que dudar en buscar orientación profesional.
Según datos de la UNESCO, el uso excesivo del celular en el aula puede disminuir significativamente el rendimiento académico. En Perú, una encuesta de Kaspersky revela que el 61% de padres que restringen el uso de celulares a sus hijos no aplican esas mismas restricciones en su propio comportamiento digital.
“El celular puede convertirse en una herramienta valiosa, pero sólo si quienes lo usan han desarrollado las habilidades necesarias para gestionarlo con conciencia”, concluye Alcázar. “Ese aprendizaje no empieza en la escuela, comienza en casa, con adultos presentes, atentos y dispuestos a acompañar un proceso que no es inmediato, porque implica madurez emocional, recursos cognitivos y capacidad crítica. No se trata solo de enseñar a usar el celular, sino de preparar a los niños y adolescentes para no ser usados por él.”
La aprobación de esta ley marca el inicio de un cambio necesario. Pero su impacto real no dependerá solo de lo que diga una norma, sino de la capacidad que tengamos como sociedad para educar con criterio, coherencia y humanidad en la era digital.