Entre tradición y vanguardia: Marie Claire y la evolución de la moda panameña

-Por Gonzalo Frech-

por podium

En los primeros años, cuando los desfiles en Panamá apenas comenzaban a perfilarse como plataformas de moda, la escena distaba mucho de la sofisticación actual. Las pasarelas se levantaban en salones de hotel, los invitados de la primera fila interrumpían los shows para cruzar de un lado a otro y los meseros servían bandejas de chicharrón y patacones frente a modelos que trataban de mantener la compostura.  

Marie Claire, una de las figuras clave en la construcción del ecosistema de moda del país, recuerda esos días como un tiempo de aprendizaje y de paciencia: “Hubo que educar a los diseñadores, al público y hasta a los organizadores. Hoy, afortunadamente, somos una de las plataformas más exigentes de Centroamérica”, afirma. 

Su nombre está detrás de hitos como Días de Moda Panamá, Fashion Week Panamá y el Macro Fest, proyectos que no solo profesionalizaron la industria, sino que le dieron visibilidad a diseñadores que hoy viven de su trabajo. Lo que antes parecía un sueño se traduce en realidades concretas: tiendas showroom con casi treinta marcas panameñas, diseñadores que ya han abierto puntos de venta en Bogotá y personalidades públicas que eligen vestirse de moda local en eventos protocolares. 

Pero la historia de Marie Claire Fontaine de Bueno – su nombre de origen – no se limita a las pasarelas. En los años noventa, cuando aún era arriesgado hablar de fusiones entre disciplinas, ella vinculó la moda con el rock y las artes visuales. Fue un caldo de cultivo creativo del que surgieron nombres como la banda Sr. Loop o el fotógrafo Gustavo Araujo. “Nunca hemos tenido temor de aventurarnos creativamente, involucrando disciplinas y otros artes. La creatividad y la pasión siguen intactas, lo que más aprendimos fue de logística y administración”, recuerda. 

Ese espíritu también marcó el rumbo de Physical Modelos, agencia cofundada junto a Nikki Ortega de Roy, que durante más de cuatro décadas ha sido semillero de talentos. Por allí pasaron rostros que luego se convirtieron en presentadores de televisión, misses internacionales —incluida Justine Pasek, Miss Universo 2002—, fotógrafos y diseñadores. “Si algo hemos sabido hacer es posicionar talentos en el ojo público”, resume Marie Claire. 

El acompañamiento, sostiene, es tan importante como la creación misma. Ella lo define como una mirada externa capaz de aportar dirección en el proceso creativo: “Las curadurías, las plataformas de experiencia con público y las mentorías maximizan el potencial del talento”. 

Recientemente, Marie Claire y su socia Astrud Cordero participaron en el BRICS Fashion Summit en Moscú, un encuentro que les permitió mirar más allá de América y Europa. Allí comprendieron que mercados como Rusia, China o Asia Central están ávidos de propuestas que rescaten tradiciones artesanales. “En América Latina hemos puesto en valor los procesos de nuestros pueblos originarios. Eso es lo que maravilla al mundo: la herencia ancestral, el conocimiento humano detrás de cada pieza”, asegura. 

Para ella, la autenticidad y la raíz cultural son la verdadera carta diferencial de Panamá en el mapa global: “Nuestros códigos originarios son nuestro ADN. Gracias a ellos la moda latinoamericana se está conociendo en el mundo”. 

Tras décadas impulsando a otros, su sueño es convertirse en mecenas de la nueva generación. Imagina una fundación que financie becas, apoye la profesionalización de jóvenes diseñadores y logre incidir en políticas públicas que favorezcan al sector creativo. “Nos encantaría ayudar más, porque el talento existe, lo que falta muchas veces son los recursos”, confiesa. 

Así, entre memoria y proyección, Marie Claire se revela como la arquitecta silenciosa de la moda panameña. Una mujer que, con disciplina y pasión, transformó una pasarela improvisada con chicharrones en primera fila en un escenario de referencia internacional. 

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